Es muy fácil, cuando nos planteamos representar La casa de Bernarda
alba, caer en la tentación del desaliento, de no volver a mostrar un
clásico consabido, la historia de unas mujeres jóvenes que viven
bajo el yugo represor de una madre que cercena en ellas el deseo y la
libertad con un luto de ocho años.
Han pasado ochenta y un años de su redacción y con esta perspectiva
coge cada día más fuerza el carácter histórico y social de esta
obra, es decir, hay en ella una voluntad de reflejar la Historia con
mayúscula de un pueblo oprimido en su libertad y en su sexualidad
por unos poderes civiles, religiosos y militares que dado el
momento, como Bernarda, no dudarán en utilizar la violencia con el
fin de imponer su voluntad. Es la imagen del fascismo, de la negación
de la libertad y de la anulación de la persona en sus instintos más
elementales. Creemos que estamos ante una historia lejana, que los
fascismos nos quedan lejos, pero no debemos obviar que en la
actualidad se otean en el horizonte unos nubarrones con los
populismos y el auge de regímenes totalitarios que no son sino la
siniestra imagen de Bernarda que vive oculta en lo más profundo de
nuestra identidad colectiva y que, dada la coyuntura de una sociedad
cada vez más estúpida, víctima de unas leyes de educación
ominosas, está alerta a saltar de nuevo sobre nosotros.
Esta historia es también sinónimo de lucha, encarnada en el
personaje de Adela, por la libertad de ser humano, por el derecho a
vivir plenamente su deseo y sexualidad. Es cierto que se ha avanzado
mucho en estos años, pero no deja también de serlo la permanencia
de fenómenos como el maltrato o la utilización de la imagen de la
mujer cosificándola como bien de consumo.
Si nos planteamos estas cuestiones nos vemos abocados a montar la
obra porque es más necesario que nunca advertir en estos tiempos que
Bernarda existe, que nos puede quitar la libertad y ofuscar nuestro
deseo, que si nos revolvemos en nuestra dignidad nos asaltará con
violencia y todo lo que hemos logrado se perderá para siempre bajo
la proclama de un nuevo luto.
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